Antes del parón navideño fuimos a comer con unos amigos a uno de mis restaurantes favoritos en Madrid, Nina.
Me fijé en él varias veces al pasar por la calle Manuela Malasaña… sus grandes ventanales y las luces que los adornan llaman la atención y anuncian un sitio diferente, original… No fue fácil ir más allá porque es difícil encontrar mesa, siempre está a tope.
Una vez dentro la impresión exterior se ratifica… la parte baja de las paredes son de granito y la parte alta de ladrillo visto, los ventanales llenan el espacio de luz y el resto de la decoración nos recuerda ambientes cosmopolitas completando un entorno muy acogedor…
La carta es bastante amplia y juega descaradamente a sorprendernos con una cocina imaginativa y moderna a precios muy razonables. El otro día tomamos como entrantes el Milhojas de tomate y queso (no muy buena pinta pero muy rica), la Ensalada templada de pulpo (lo más flojo, demasiada patata), las Croquetas de cabrales (bastante buenas) y las Brochetas de foie (pequeñas pero exquisitas). En general las raciones son poco abundantes pero el precio permite pedir un buen número. De segundo me decanté por el rape, jugoso y bien acompañado. Mi mujer se tomó el avestruz (original verdad?), diferente y sabroso.
En el postre tomamos para compartir el mousse de queso blanco y mango (excelente el queso), la tarta de chocolate con chocolate (se sirve fría, en mi opinión ganaría caliente), y una tarta de pera muy rica...
Salimos por 29 euros/persona incluyendo el café y sin tomar vino. Excelente calidad-precio con un servicio agradable y comprensivo con los niños (algo de agradecer y raro de encontrar) que completan un lugar acogedor. Los domingos tienen un brunch, que no he probado, pero del que me han hablado muy bien. Os dejo la versión de 11870 y Guía del Ocio.
Tras un paseo por Fuencarral estuvimos en una heladería/pastelería con aire cool en la Plaza de Quevedo, Bajo cero. Los helados son muy originales (recomiendo el de dulce de leche) y los pasteles tienen muy buena pinta!
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