Me gusta el cine. Me gusta por su variedad de registros, por la amplitud de posibilidades que ofrece a los directores. Si hace poco quedé deslumbrado por Avatar y el cine virtual, una película de masas, de récords, hoy aprovecho esta ventana al mundo que es Goodbye San Francisco para habar de Adam.
Adam es un título pequeño, modesto, concebido, escrito y dirigido por un director desconocido, Max Mayer. Una comedia romántica que aborda las complejidades del síndrome de Asperger. Sin grandes pretensiones, dramas ni humor.
Adam ejemplifica el empeño de una idea, de sacar adelante un proyecto personal, de contar una historia, tierna, entrañable y cercana. La historia de quien necesita a alguien que le presente al mundo y una joven emprendedora y dinámica que encuentra el amor en la persona inesperada.
Adam es cine de pequeñas dimensiones pero de mucha humanidad, un cine tan real como necesario, que nos despierta emociones, que enriquece…
Protagonizan Hugo Dancy, espléndido en el difícil papel de una persona con Asperger, y Rose Byrne. La que fuera sorpresa por su actuación en Daños y perjuicios, plantando cara a la mismísima Glen Close, vuelve aquí a demostrar que aúna delicada elegancia con grandes dotes de interpretativas. Sin duda una actriz a seguir en los próximos años.
En resumen, Adam nos recuerda que existe un cine sensible, de poca repercusión y mucha calidad humana que merece mucho la pena. Un cine que la industria nos quiere hacer olvidar por otro vacío, superficial, y por el que debemos luchar. Adam es pues una pequeña gran delicia.
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