lunes, 31 de agosto de 2009

España, sus esperanzas perdidas y una sociedad con pies de barro

No puedo dejar de comentar el excelente artículo "The Broken Hopes of a Generation" publicado en la revista Time hace unas semanas. En él, a través de varios testimonios, se analiza la crisis actual y cómo está afectando a los más jóvenes. Eligen como escenario la ciudad de VIgo, ejemplo de ciudad tradicionalmente pobre y que en los últimos años ha vivido una época de esplendor en gran parte gracias a la factoría de Citroën.

Nos hablan de un hecho que ocurrió con la llegada de la democracia, el cambio político animó a los españoles a aumentar sus expectativas, a creer en un futuro mejor... Resultado de ello fue el boom universitario de los 80 y 90 y un país hambriento de bienestar... Las cosas fueron bien y España ha vivido dos décadas de crecimiento en las que nos acostumbramos a un mejor nivel de vida y pensamos que el trabajo estaba hecho, ya no éramos el país pobre que fuimos sino toda una potencia mundial. Un país que no sólo no rechazaba inmigrantes sino que alertaba de su necesidad para cubrir los puestos que ya no queríamos... El paro llegó a una tasa del 8% y nos vanagloriábamos de ello, cuando el dato en sí era un peligro, los países con los que nos codeábamos mantenían tasas significativamente más bajas. No sólo eso, uno de cada tres empleos era temporal.

Entonces sobrevino la crisis, la maldita crisis e hizo palpables esos males que no quisimos ver: tasas de paro del 17%, uno de cada tres jóvenes menor de 25 desempleado,... Datos que distan de las economías europeas consolidadas. Y más preocupante todavía es la solución que muchos acaban por ver como salida: Guardia Civil, Policía,... preocupante en tanto no dinamiza la economía, en tanto es un "que otros saquen esto adelante"... una actitud demasiado común en nuestros días resultado de una sociedad que no supo encarar el futuro en la dirección apropiada (la innovación) y creyó que ya nadie nos sacaría de nuestra posición privilegiada...

Una sociedad que asumió que la bonanza económica significaba ladrillo, que era un derecho adquirido, una sociedad con expectativas con pies de barro...

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