jueves, 11 de junio de 2009

El Luchador, cine crudo y de quilates


El luchador (The Wrestler) llegó a nuestras pantallas precedida del éxito en festivales y crítica, y sobre todo como la gran resurección de Mickey Rourke, el que fuera protagonista de la mítica 9 semanas y media.

El film nos cuenta la historia de un veterano luchador de wrestling que se gana la vida con trabajos de poca monta mientras los fines de semana combate en lugares decrépitos. Ése es su mundo, en él se siente respetado e importante aunque para ello tenga que machacarse en el gimnasio y drogarse.

Darren Aronofsky dirige magistralmente una película sin adornos ni efectos, llena de un realismo patético y desgarrador, pero sabiamente contenida. Y es que lo importante aquí es reflejar el inframundo que rodea al wrestling sin saturar al espectador con escenas desagradables. Más allá de clubs de alterne, drogas y alcohol, trasciende la legitimidad de alguien encerrado en una vida de la que no quiere salir, en la que es feliz aún a sabiendas de que acabará con él.

Destaca la figura de Mickey Rourke, protagonista indiscutible en un papel hecho a su medida. No es para menos la interpretación de María Tomei, que nos sorprende al encarnar a la chica de alterne con la que Rourke se desahoga, en un papel muy alejado de los que la hicieron conocida.

Sencilla, directa, cruda y decrépita, El luchador es una gran película, apoyada en Rourke y Tomei, y conducida hábilmente por Darren Aronofsky. Cine de realismos, de mundos desgarradores y vidas marginales, hecho con mimo y lucidez.

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