Daniel Sánchez Arévalo, uno de los más prometedores directores españoles desde que sorprendiera a propios y extraños con la madurez de Azuloscurocasinegro, sigue su carrera experimentando, conociéndose a sí mismo. Tras la irregular aventura que supuso Gordos, una dramedia bien ejecutada pero con un guión menor, Arévalo se lanza a la comedia en su versión más ligera con su último trabajo, Primos.
Un joven es plantado por su novia poco antes la boda. Él a pesar de todo hace presencia en la iglesia para corroborar que ella no va a venir. En ese momento, llorando las penas con sus primos, con los que pasó muchas de sus historias de infancia y adolescencia, decide regresar al pueblo donde todos veraneaban en busca de su primer amor.
Con este planteamiento, ligero y sin pretensiones, el film nos traslada a Comillas, donde los tres protagonistas harán frente a diferentes situaciones, siempre bajo un claro enfoque divertido, facilón.
Sánchez Arévalo, aún cambiando de tercio, incide en las señas de identidad que mostró en Gordos. Un guión flojo, poco trabajado, donde en esta ocasión prima exclusivamente hacer sonreir al espectador, sin cuidado de la coherencia. El montaje final, sin embargo, está logrado y convierte al relato en un ameno y liviano pasatiempo, que transmite buena energía. Señas de un buen director que se apoya en un notable acompañamiento musical para conseguir sus objetivos.
El reparto ayuda a convencer con un excepcional Raúl Arévalo, que se crece en un papel a su medida, y un notable Quim Gutiérrez. Adrián Lastra, “lastrado” por un personaje muy flojo en su concepción, se esfuerza por darle sentido. Bien también Inma Cuesta y Antonio de la Torre.
En definitiva, Daniel Sánchez Arévalo experimenta en Primos con la comedia, firmando una película menor (otro guión bienintencionado pero sin pulir) cuyo mayor mérito es trasnmitir un torrente de energía positiva y buen rollo. Esforzadas interpretaciones (no os perdáis a Raúl Arévalo) y buena música.
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