Tras la encarnizada batalla con Telecinco, Hispania es la serie de moda en España. Ya he comentado mis primeras impresiones acerca de la serie, positivas, hoy por contra me gustaría compartir otro aspecto, la gestión de la publicidad.
Si la contraprogramación es algo ya habitual y a lo que nos tienen mal acostumbrados las cadenas nacionales, no es menos sangrante la gestión que realizan con la publicidad, e Hispania es un claro ejemplo. Durante los dos primeros capítulos ni un atisbo de anuncio, había que atraer a la audiencia. Resultado la historia gana fluidez, continuidad al no tener parones, beneficiando el número de espectadores enganchados. En el cuarto (no pude ver el tercero), vuelta al modelo tradicional, media hora de publicidad para un capítulo de apenas una hora de duración, con cortes abusivos en momentos claves, como dos minutos antes del final. Una historia que desafortunadamente nos resulta muy familiar.
Sin embargo hay dos factores de creciente importancia que alteran esta fórmula que durante años han utilizado las cadenas de televisión con el beneplácito irremediable de los espectadores. Uno, Internet. La creciente cantidad de usuarios que no está dispuesta a verse manipulada ha encontrado en la red la forma de ver series sin publicidad, a cualquier hora y lugar, y con una oferta mucho más amplia. Momento en el que los interesados concluyen, pues acabemos con esta alternativa, acabemos con los piratas. Mensaje vano que no es más que una pérdida de tiempo para afrontar el verdadero problema, hay que cambiar el modelo, adaptarlo, ser más justo con el espectador, tenerle más respeto.
Sobretodo cuando se presenta un segundo factor, TVE. La cadena pública, en uno de esos movimientos que darán que hablar muchos años, emite sin publicidad, convirtiendo la lucha en desigual. Veamos el ejemplo de Águila Roja versus Hispania. La primera tendrá siempre una ventaja competitiva al no tener cortes, la segunda por el contrario se enfrenta al reto de entretener pese a las pausas de varios minutos. El espectador inevitablemente se habitúa a un tipo de experiencia, más completa y satisfactoria que pierde al cambiar de canal.
El resultado en mi caso ha sido evidente, tras dos capítulos de Hispania, en los que la sensación era que incluso acababan antes de tiempo, el cuarto me resultó largo, muchos menos intenso y dinámico. Puede que la apuesta salga bien, que Hispania bata récords de audiencia y logre unos beneficios publicitarios, pero puede que no, y lo más importante es que el usuario está evolucionando y tarde o temprano acabará castigando a quienes no se adapten a sus nuevas necesidades.
Sin ver las audiencias, parece que no han tardado en hacerlo ya que en el quinto episodio, recién acabado, se han reducido los cortes publicitarios...
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