En la pasada edición de los Oscars se produjo el esperado enfrentamiento entre dos películas muy distintas, la superproducción revolucionaria de James Cameron, Avatar, y la modesta pero valiente apuesta de Kathryn Bigelow, En tierra hostil. Al final ganó David a Goliath.
Bigelow vuelve sobre el manido tema de la guerra, esta vez centrándose en la pasada guerra de Iraq y más concretamente en la vida diaria de un grupo de desactivación de explosivos, todo ello con pocos medios.
Donde está el truco? Principalmente en 2 aspectos fundamentales. El primero, y para mí más novedoso y sorprendente, En tierra hostil no tiene un guión, no hay una historia que contar. Lo que a priori podría ser un lastre Bigelow es capaz de transformarlo en una ventaja. Si no hay historia ni pretendes que la haya, si renuncias completamente a ella, sin concesiones, te encuentras en un panorama nuevo, libre y sin ataduras.
Y aquí es donde entra el segundo gran acierto de Bigelow, la libertad de partitura le permite enlazar escena con escena sin descanso, sin tiempo de reposo. Y cada una de ellas es tan tensa como visceral, tan dramática como agobiante.
En tierra hostil por tanto se convierte en un recital de intensidad y ambiente claustrofóbico con el que nos pretende acercar a la vida que los soldados viven día a día en lugares como Iraq, un tipo de vida extremadamente duro donde la gran mayoría sufre y queda marcado para el resto de sus días pero al que algunos se consiguen acostumbrar por inexplicable que parezca.
El reparto es breve y en él destaca sobremanera un excelente Jeremy Renner como el sargento indomable James. De nota.
En definitiva, En tierra hostil de la mano de una excelente directora, Kathryn Bigelow, sorprende en varios aspectos y es desde luego una película reseñable y a tener en cuenta, merecedora de la larga lista de premios conseguida con pocos medios y mucha valentía.
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