Si bien mis impresiones iniciales sobre el gran estreno de la temporada de Antena 3, Toledo, fueron más bien positivas, con el paso de los capítulos las cosas van sinceramente a peor... Éstas son sus mayores errores:
Juan Diego. Máximo exponente de los diversos errores de reparto de la serie. Inevitable la comparación con el Galba de Hispania, nada que ver, Juan Diego compone un personaje desdibujado y patético, exento del carisma asociado a la imagen de Alfonso X. Rubén Ochandiano, que inicialmente parecía salvar el reto, se hunde episodio tras episodio al ser incapaz de encarnar su rol. Hasta notable Eduard Farelo cae en ocasiones en la sobreactuación. Y así varios casos más, deficiente labor de casting.
Su enfoque adolescente. Las historias de los infantes y la del hijo del magistrado (Maxi Iglesias) y su novia musulmana, acaparan demasiados minutos, alcanzando un papel relevante, un protagonismo que resta enteros al resultado de Toledo pues a ratos se confunde con un producto juvenil típico (sólo que en el siglo XIII).
Un guión endeble. Escondida tras una ostentosa puesta en escena y una aparente consistencia propia de un proyecto de mayor nivel, la columna vertebral de Toledo es una historia que no se sostiene, bienintencionada pero mal llevada a término. El planteamiento procedimental, una buena idea de cara a un producto a largo plazo, con varias entregas, no ayuda. Los casos carecen de intensidad.
En resumen Toledo fracasa en su intento de construir una serie de calidad, pese al presupuesto y los recursos. Una vez más la idea de crear un producto para toda la familia entorpece el resultado y convierte a Toledo en muchos tramos en una serie juvenil. Un desafortunado reparto acaba por rematar el desaguisado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario