Tras los primeros capítulos ya comenté que la T6 de Anatomía de Grey transmitía sensaciones contradictorias. Acabada la temporada la percepción se confirma.
Quedan sin duda destellos de lo que fue, un drama médico muy humano, con historias intensas y emotivas. Destellos que podemos ver de forma irregular porque el nivel medio es bastante más bajo. El agotamiento y la falta de ideas contagian a la serie, traduciéndose en tramas absurdas, poco coherentes. Especialmente negativo es el continuo énfasis en la competitividad entre internos, tan reiterado como exagerado.
Los creadores da la impresión que son conscientes de la situación si analizamos los dos capítulos finales. Impactante desenlace, inesperado, casi impropio, con el que se busca cambiar el tercio, explorar nuevos caminos, atrapar a esos espectadores que ya dudaban de la intensidad de Anatomía de Grey. Veremos cómo encauzan este cambio en la T7, si tiene continuidad, o sólo es un golpe de efecto pasajero…
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