Tras el éxito de las tres entregas de El Señor de los Anillos, y de cosechar un buen número de Oscars, Peter Jackson afrontó el reto de llevar a la pantalla el clásico de Hollywood King Kong. Avalado por sus méritos anteriores no escatimó en recursos y reparto para embarcarse en este nuevo proyecto. Los atractivos, por un lado, cómo el responsable de adaptar para el cine una trilogía que parecía imposible de delimitar en la pantalla recreaba al gran simio. Por otro, Naomi Watts, Adrien Brody y Jack Black encabezando un numeroso plantel de actores, en su mayoría conocidos.
Al afamado ditector hay que agradecerle el esfuerzo realizado en mostrarnos a un King Long ciertamente perfecto y unas cuantas escenas entre éste y la encantadora Naomi. Poco más. Su intento de deslumbrarnos con medios y efectos encadenando inverosímiles y eternas persecuciones fracasa por completo... Ese esfuerzo se olvida de la intensidad y sentimientos de la historia, confeccionando una película superficial donde el guión resulta impropio de la historia de King Kong. Y es que nada en la película consigue emocionarnos y ni tan siquiera la factura estética está al nivel deseado. Se echan en falta muestras de la magia que rodea al mito.
Naomi Watts se esfuerza pero el resultado no es óptimo, Jackson no consigue aprovechar su potencial. Adrien Brody se topa con un papel desdibujado y carente de carisma mientras que Jack Black no convence al igual que la mayoría de secundarios. Lástima el desperdicio de no explotar a Kyler Chandler, el carismático entrenador Taylor de Friday Night Lights y que aquí pasa sin pena ni gloria.
En resumen, otra gran produción que nos desilusiona... demasiada acción (las persecuciones llegan a resultar interminables) y efectos mientras la historia de la bella y el simio se diluye en una narración que carece de intensidad y emotividad. Traspiés de Jackson, que demuestra estar lejos de ser infalible.
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