Yo soy el amor es una las últimas películas italianas estrenadas en nuestro país y que trata de continuar la tradición de grandes títulos transalpinos de la que forman parte nombres como Cinema paradiso, La mejor juventud o Romanzo criminale. El resultado, por desgracia, no está a la altura de las anteriores pero sí es al menos un interesante film de recomendable visionado.
El director Lucas Guadagnino se adentra en una familia de la alta burguesía milanesa tratando de retratar, no la parte pomposa, sino sus incertidumbres y debilidades, aunque pueden distinguirse dos claras partes en la historia.
La primera, distante cual documental y vívido cual realidad, se erige en un relato coral de la familia Recchi, que afronta dificultades en sus negocios y debe adaptarse a los nuevos tiempos. La segunda por contra, se centra en la vida de Emma, cuya figura como matriarca del clan siempre correcta y en un segundo plano, se ve alterada cuando conoce a un joven cocinero amigo de su hijo mayor.
El cambio de ritmo convierte al film en una suerte de drama romántico que reivindica el nulo papel de las mujeres en el mundo de las familias de clase alta.
Filmada con notable estilo, la película consigue una lograda factura. De ritmo tranquilo, contenida, sorprende con una secuencia tórrida que parece agotar al director lo suficiente como para lanzarse a un final desconcertante e inapropiado que resiente el resultado final.
Encabeza el reparto, y destaca sobre el resto, una Tilda Swinton que nos descoloca en su rol de mujer madura, elegante y atractiva. Estupenda.
Yo soy el amor no es gran cine, nos es fácil llegar ahí, pero consta de buenos elementos como para disfrutar del cine italiano, ese cine que en ocasiones es capaz de atraparnos con relatos tan vívidos como emocionantes.
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