Gomorra es sin duda una de las películas italianas de más repercusión de los últimos años. Mateo Garrone consiguió notoriedad mundial con este film gracias su retrato de la mafia italiana.
No hay una historia concreta que contar, por el contrario Gomorra se sumerge en el día a día de los barrios humildes de Nápoles, con tramas paralelas, y nos muestra cómo la sociedad está estructurada en base a la mafia, pequeños clanes que dominan territorios y negocios concretos, que chocan permanentemente con otros y con la policía.
El tema de la mafia es conocido pero el acierto del film es acercarse a la vida rutinaria, contarnos cómo pasan los días, cómo la mafia forma parte de la sociedad,... El resultado es abrumador, la sensación de realidad, de estar viendo por increíble que parezca que en nuestros días y en un país como Italia puedan pasar estas cosas, la verdad, embarga. Este fiel testimonio es el gran mérito del film.
Sin embargo este tipo de películas siempre generan el mismo debate. La narración, en ocasiones, lenta y pausada, llena de silencios, coral, y coqueteando con el documental hace que el relato adolezca de vigor e intensidad, emocionarnos con los protagonistas, vemos a los personajes de lejos, sin poder identificarnos con ellos.
Por tanto en el mérito esta también el defecto de Gomorra, un título duro y descarnado, contenido en las imágenes pero en el que se palpa el ambiente de violencia y momentaniedad en cada escena. La fuerza del relato no esta en los personajes en sí mismos, sino en el transfondo, en la reflexión que suscita constatar que un mundo así sigue existiendo.
Recomendable para todo aquel que guste de conocer realidades contundentes de nuestro mundo, como por ejemplo el complejo mundo de la mafia italiana.
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