Semanas atrás llegó a nuestras pantallas acompañada de una gran campaña promocional, Amor y otras drogas, una comedia romántica presentada como desenfada y simpática, y protagonizada por los conocidos Jake Gyllenhaal y Anne Hathaway.
El film está dirigido por el responsable de cintas como El último samurai y Diamante de sangre, Edward Zwick, un director habituado a grandes estrenos, una condición que marca el devenir de Amor y otras drogas, que es la historia de un representante medico ambicioso y de éxito con las mujeres, que conoce a una joven afectada de forma prematura por el Parkinson. Su relación será complicada desde un inicio.
Tras los primeros minutos advertimos que la publicidad de la película no obedece realmente al tipo de comedia que hay detrás, ya que Zwick nos propone una comedia madura, descarada y picante en ocasiones, con reflexiones de fondo como las implicaciones del Parkinson o el mundo de los representas médicos y la dura competencia entre las grandes farmacéuticas.
Zwick por tanto, apuesta por una comedia más densa de lo habitual, que trata de diferenciarse de las propuestas vacías que abundan en Hollywood. Lástima que esta apuesta es tan sólo débil, Zwick se debe a grandes cifras de espectadores y ha de hacer concesiones a los convencionalismos. Así, la película se encuentra jalonada de escenas supuestamente cómicas, que rozan lo absurdo y que debilitan el resultado. Una mezcla torpemente hilvanada e innecesaria.
Resalta por deslucida y floja, la secuencia final. Ni rastro de originalidad ni por supuesto de intensidad y emotividad.
Los actores sostienen en gran parte el relato, sobre todo, Anne Hathaway, como de costumbre, deslumbrante por belleza y facultades. Gyllenhaal ha de conformarse con tratar de seguir la estela de su compañera de reparto.
Estamos por tanto ante un film contradictorio e irregular en el que su director pretende mostrarnos una comedia dramática de nivel pero sólo a medias, ya que se debe al resultado comercial. Por momentos entretenida y descarada, con escenas de sexo y poca ropa en las que Hathaway se crece y conquista a la cámara, lo que podría haber sido una comedia altamente interesante se queda en puro pasatiempo liviano por la tibieza en la dirección de Zwick, incapaz de creer de forma valiente en su propia película.
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